N'Enrique Pérez Guerra és un col·laborador del GREC que ha volgut compartir amb tots noltros el següent escrit:

 

La pobreza ha estado casi siempre presente en nuestra materia de trabajo. A veces como fuente última de la problemática que a nosotros nos llega. A veces como un efecto colateral. A veces como una amenaza. A veces como una presencia tangencial. Casi siempre como un telón de fondo.
El guión de toda la sociedad ha cambiado en los últimos años y la parte de sociedad a la que nosotros nos acercamos también.
Hace poco tomé conciencia viva de ello.
Pronto alcanzaré treinta años haciéndome conocedor de la vida de adolescentes que llegan denunciados a la Justicia.
Hurto en una furgoneta de reparto era la causa por la que llegó hasta mí.

Apenas quince años de edad. Estuvo al acecho esperando que una noche se dejaran el portón abierto y el botín fueron bolsas de pan de molde, paquetes de galletas y madalenas.
Poco tardé en darme cuenta de que no estaría ante mí sino llega a ser por el hambre.
Eso que llamamos factores de riesgo no estaban presentes. Era el hambre puro y liso, mirándome en primer plano.
"Esto no pasaba antes" -se comenta en mi trabajo-.
Él no se atrevía a levantar la mirada.
Callaba y tras su silencio de escuchaba demasiado.
No hacía falta que me dijera que en su casa ya no entra nada.
"Esto no pasaba antes" -bien lo sé-.
La vergüenza presidía su sentimiento. Como el enfermo que lloraba en el hospital, segundo infarto, al confesar que no toma la medicación prescrita por no poderla pagar.
Lagrimas de vergüenza. Silencios de vergüenza.

Ahí radica nuestro primer objetivo: La aceptación.
Hemos de transmitir que la pobreza no es culpa, ni suya ni de sus padres. Hay que señalar los verdaderos culpables.
Una bajada socioeconómica desde la clase media a la pobreza es vivido por toda la familia como derrota y fracaso. El establishment político-financiero se encarga de recordarlo.
Otro objetivo es la aproximación a quienes están en su misma situación. Difícilmente se asume tanto menoscabo de la propia identidad sin un espejo colectivo.
El izquierdismo hablaba de sentimiento de clase. Tal vez haya que impulsar un sentimiento, aunque no sea de clase trabajadora, sino de clase no trabajadora, desahuciada, abandonada, estafada y traicionada.

Tercer objetivo: enseñar a vivir no contra la pobreza, sino en la pobreza. Siempre hemos puesto nuestro en empeño en la huida de la pobreza. Programas de formación cultural, de formación laboral en todos sus niveles, de búsqueda de empleo... Mentalmente no hemos querido saber nada del cobre, del cartón, de la búsqueda en basuras, de las colas en Cáritas y de la ocupación de viviendas. Tenemos que tomar conciencia de que ése es el escenario en el que se van a mover y seguir moviendo esos menores. No podemos seguir alentando esperanzas infundadas.

Cuarto objetivo: aprender con ellos, mano a mano pues no somos tan distintos, el lenguaje de la insurrección. Cuando es tanto el infortunio no se puede vivir sin culpables. O están dentro de uno mismo o están fuera. No vale con decir que todo es "un revés de la vida". Y, además, los culpables existen y están ahí.
Hemos de aprender a decir, al lado de muchos: "Estoy aquí, no es justo que esté aquí y tengo nombre".
Después de aquel adolescente he conocido otros de parecido perfil.
Lo que pasa es que las primicias profesionales siempre se recuerdan más o tiran más del corazón.

Aquel día no supe qué decir. ¿Qué letanías éticas, qué advertencias legales tenía yo que aportar? ¿De qué iban a servir? ¿Desde qué púlpito iba a dictar mandamiento?
Sólo me cabía sumarme al silencio y brindar mi cercanía a una pérdida, ¡tan temprana!, de la esperanza.