Enrique Pérez, educador social  del Juzgado de Menores, comparte  con nosotros sus reflexiones entorno al Bullying.

 

Mientras el Bullying Permanece Silenciado


11 de Octubre de 2016. La puerta de los Juzgados de Palma permanecen flanqueadas por cámaras y micrófonos. En Fiscalía de Menores de Baleares se va tomar declaración a los menores que habrían agredido a la niña de ocho años y que hospitalizada sigue siendo foco de las cadenas informativas.
Doy fe de que se está produciendo un incremento de los episodios de grave violencia protagonizados por menores de edad y que tienen lugar en el espacio de la convivencia. Podemos incluir en esta violencia las agresiones o el acoso continuado y estresante dentro del colegio o instituto, abusos sexuales de menor hacia menor, violencia de género entre menores, violencia fraterna y violencia ascendente que decimos los técnicos, tal es la dirigida por el hijo o la hija hacia sus progenitores.
Que constituye una realidad que se ha dado siempre, sí. Que ahora de produce más, también.


Tratando de señalar un culpable de este incremento bote pronto se apunta hacia las series de televisión, los videojuegos y la red, donde se exhiben y premian modelos de convivencia tan desigualitarios como ajenos a la ética y, en esencia, destructivos.
Sin negar la mayor añadiría, pura hipótesis, el desempoderamiento del adulto frente al niño. Sería un fenómeno de largo y denso calado. Para ilustrarlo bastaría con una sentencia tan sencilla como de difícil encaje en el lenguaje políticamente correcto. Por blindar al menor frente al adulto le hemos dejado indefenso frente a sí mismo.
Las administraciones lanzan a los cuatro vientos protocolos de bullying pero, en la verdad contante y sonante… la que se sufre día tras día, no tiene a quien acudir el menor agredido, vejado, amenazado o utilizado sexualmente por otro menor o grupo de menores más fuerte que él.
Dejar en medio del patio a un compañero desnudo de cintura para abajo, subir las faldas a una compañera para infringir quemaduras en las piernas con un mechero o convertir el WhatSapp en una cascada de mortales amenazas son, entre otros, comportamientos que me han descrito sus autores como algo trivial; como bromas intrascendentes por harto repetidas.
En su momento la primera causa de abandono escolar fue la pobreza y a ella le tomó relevo el fracaso académico. A ese riesgo yo me enfrentaba durante el que fuera mi bachillerato. En los años recientes la causa masiva de abandono ha sido y es la desidia pero ante ella se está erigiendo un poderoso contrincante: el miedo.
Lo que más me inquieta de las noticias como la que corre hoy a mi lado no es tanto su contenido si no su larga espera antes de llegar a la opinión pública.
Hasta que no hacen entrada los médicos, los policías, los juristas y los periodistas, sobre todo los periodistas, el pacto obligado es el del silencio.
Antes de que llegue ese momento, si es que llega, lo que toca es poner en tela de juicio o restar toda la importancia posible, cuando no mirar hacia otro lado.
Una niña ingresada en urgencias o un niño en el tanatorio, se ha suicidado, hasta entonces nadie ha señalado la estela de dolor que presagiaba ese destino.
Quien encarnaba una mancha para su patria antaño era desterrado. Cuando se producen situaciones de bullying quien acaba cambiando de centro es siempre la víctima. Debe suponer una mancha en el sistema educativo.