Ante la actual situación que vivimos, nuestra entidad no ha dejado de trabajar para dar continuidad a nuestra labor, siendo fieles al motivo que nos ha mantenido en marcha desde la constitución del GREC: dar una respuesta social, educativa y prioritaria a aquellas personas en situación de vulnerabilidad, en dificultad social.
Ahora más que nunca, para nosotros hay una certeza que no permite ningún titubeo. Los servicios sociales somos servicios esenciales. Este es nuestro papel. Y ese es el reto. Son y serán tiempos difíciles para todos, que nos ponen y nos pondrán a prueba como profesionales y como agentes de cambio. Y no se puede hacer ningún paso atrás.
Todos los programas del GREC se han mantenido activos, sin excepción.
Si bien al inicio de este estado también nosotros nos tuvimos que resituar al nuevo escenario con toda la fuerza que se requería, gracias al esfuerzo común de todos los compañeros, nos hemos adaptado a las limitaciones y necesidades prioritarias y hemos creado nuevas maneras de llevar a cabo la intervención socioeducativa a distancia.
Todo ello, sin dejar de observar la realidad social y evidenciar, trabajar, con los agujeros y desigualdades de la atención social que esta crisis ha puesto aún más de manifiesto.
Y por encima de todo, con la premisa clara de no dejar de acompañar a los más vulnerables cuando más sufren esta vulnerabilidad. Y hacerlo de acuerdo con la protección y medidas de seguridad que son responsabilidad de todos. Aprendiendo juntos.
Tenemos muy claro que la continuidad de este trabajo no hubiera sido posible sin las relaciones de colaboración y trabajo en red ya establecidas con otros profesionales, servicios y entidades públicas y privadas que comparten con nosotros el valor y la necesidad del trabajo hecho y para hacer nuestro marco de acción, desde la coherencia y la implicación.
Esta crisis no sólo ha dejado dolorosamente evidenciadas las carencias del sistema sanitario y las consecuencias tan nefastas que tiene recortar servicios fundamentales cuando tenemos que afrontar una situación de necesidad básica y que nos iguala a todos en la vulnerabilidad.
Ha sido una manifestación clara, sin opción a replica, de la falta de un sistema de servicios sociales cohesionado y con la fuerza que sólo puede ser real cuando el sistema es el resultado del reconocimiento de un derecho universal. La desprotección y falta de seguridad de lo más esencial que estamos viviendo nos pone cara a cara con una realidad previa que ya era insostenible. Ahora nos ha dejado con una situación actual y futura con más argumentos de los que quisiéramos por no poder huir de la reflexión y acción que venden, a corto y a medio plazo.
Como se han visualizado los servicios sociales y qué papel hemos adquirido dentro toda esta improvisación? Cómo ofrecer una asistencia social coordinada ante la situación de crisis? Quién debe liderar? Estamos dando respuesta a las necesidades más básicas con agilidad o mantenemos esquemas de funcionamiento del pasado que nos hacen disfuncionales? ¿Qué más hace falta para justificar el derecho elemental a la renta básica universal? Continuamos eligiendo un modelo asistencialista o el reconocimiento práctico de derechos universales? Qué podemos prever ante el escenario que viene? ¿Qué nuevas formas de intervención tendremos que poner en marcha? ¿Cuáles serán las necesidades a priorizar? ¿Qué medios y qué límites tendremos como tercer sector dependientes de plazos y financiaciones públicas? Qué fuerza tenemos por el cambio de las reglas del juego? Es posible el cambio sin fortalecer el tejido social comunitario para poder cohesionar, garantizar, prevenir ...?
Las administraciones y el tercer sector deben estar a la altura de las circunstancias. Tenemos un escenario por delante donde somos más necesarios que nunca. Los desafíos están planteados y vendrán más. Y las soluciones del pasado ya no caben.